-Lo más jodido es tirar los fetos, pero alguien tiene que hacerlo, botija. Uno es un infeliz, y tiene que comer de algo, viejo, y si tiene que ser un pinche que tiene la tarea de mierda de tirar los guachitos a la bolsa, que va a un camión, que después se quema para que nadie descubra el tongo que tiene el médico este, lo hace. Y yo sé que me paga para no hacerlo él, porque claro, el señorito es médico, y tiene que ir a la iglesia y a charlar con las viejitas cocoras sobre lo desviada que está la sociedad, y ya no hay valores, y tomar el té y comer masitas. Pero por favor. Allá en el barrio la Marta es partera y abotista, y tiene que tirar a los fetos ella, y la pobre queda agotada, pero por lo menos está convencida y no la caretea como el cornudo este, porque es cornudo, ¿te dije?, pero no importa. Y no te digo cuando a la Marta se le muere una chiquilina, pero por suerte (para ella), casi nunca se le muere arriba de la mesa. Por eso me contenta ser tan feo, viste. Me rompe las bolas no ponerla sin garpar, pero por lo menos no hay ni críos ni abortos, que allá en el barrio son un penal. Por suerte las viejas que te miran feo y comentan si te abortaste se están muriendo, porque no saben cómo la pasan las pobres pendejas, y las viejas esas también se quejan de que los guachos roban y hacen ruido. Son como este médico, su iglesia y sus viejas de mierda, pero sin plata, sin trajes, vestidos, sirvientes, masitas, ni té. Pero te vuelvo a lo mismo, mi trabajo es una mierda, pero alguien tiene que hacerlo, y a mí me pagan bien. Será en negro, no será legal, pero es lo que un pibe como yo puede conseguir.
-Muchas gracias -y apagó su grabador- Vamo' a tomar una, que yo invito.
-Dale.

Días después, el periodista publicó esta entrevista, de la que transcribo un fragmento, junto con una "crítica" reflexión como se acostumbra ahora, en un afamado suplento de un diario de gran tiraje. La sociedad se interesó por las clínicas privadas abortistas, ubicadas en los barrios más caros, y con una clientela igual de adinerada, y también del "problema social", como decían los analistas, de los abortos como los de "la Marta", que estremecían a cualquiera que se lo imaginaba. Atravesó el periodista también acalorados debates radiales y hasta televisivos con miembros importantes de la iglesia, que se sintieron ofendidos por las entrevistas, en especial el fragmento transcripto, y aprovecharon para hacer campaña en contra del aborto. Pasadas dos semanas, la sociedad olvidó el tema, y esperó para devorar con ansias otro reportaje del estilo, con declaraciones a trabajadores de este estilo, y la marca de la pluma de esta nueva estrella. A los meses tendría su propio espacio televisivo, junto a otros afamdos comunicadores, con una propuesta joven, e informes llenos de música tétrica, explicando difíciles estadísticas con lenguaje simple que hasta Doña Moncha y Don Pepe pueden entender, pero perdiendo un montón en la traducción. Lo que dice el dicho, ¿no? tradutore traditore. Y aun así muchos pensaran que este señor les está mostrando la realidad de una manera crítica y profunda, cuando sólo está rascando la superficie de los problemas, pero de una manera linda y simpática. Maliciosa, en otras palabras. Pero bueno, es lo que hay, botija.

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